Los requerimientos sociales actuales demandan un uso
exorbitante de energía eléctrica, factor que incide en que los países más
desarrollados del mundo opten por alternativas más rentables, eficaces y menos
contaminantes como las centrales nucleares. Según datos suministrados por el
Organismo Internacional de Energía Atómica, OIEA, en el orbe existen alrededor
de 440 reactores nucleares activos que
generan el 16% de la electricidad mundial (OIEA citada en CINU). En los últimos
60 años se han registrado un total de 236 incidentes leves y catastróficos
relacionados con el tipo de energía en cuestión. Entre éstos se puede citar el
caso de Chernóbil, Ucrania (1986) en el que murieron 43 personas
instantáneamente, 4,000 en total según el Comité Científico de la ONU sobre los
Efectos de la Radiación Atómica (UNSCEAR), y Fukushima, Japón (2011) luego del
terremoto que afectó a la nación nipona.
Las causas se atribuyen a errores humanos, descuido, fallos en la
aplicación de procedimientos, equipos defectuosos, sismos, fenómenos naturales,
entre otros. (Agencia EFE, 2011)
Uso de la Enegía Atómica
El uso de la energía atómica no se limita a la generación de
electricidad. En el ámbito militar las armas nucleares han sido utilizadas con
propósitos bélicos, lo cual, al tratarse de acciones malintencionadas, puede
tener efectos de dimensiones colosales sobre el medioambiente y la salud de los
seres humanos. A diferencia de otras estrategias de ataque, aquellas que se
basan en la utilización de elementos radioactivos tienden a afectar no solo al
objetivo, pues la radiación posee un carácter expansivo, atraviesa a la materia
inerte y produce mutaciones en el material genético de los seres
vivientes. Cabe señalar que incluso en
tiempo de paz, las actividades militares, como mantenimiento de estados de
alerta y preparación para el combate, afectan a la biosfera.
La radioactividad originada por accidentes nucleares suele repercutir en la salud de las personas
según sea la cantidad de Sv (sieverts) emitidos, y su cercanía respecto al foco
de emisión. Los niveles de
radioactividad inferiores a 100mSv (mili-sieverts), no representan ningún
peligro para la población. Los primeros efectos percibidos tienen lugar al
acercarse a valores de 0.55 Sv, de modo que se pueden presentar alteraciones en
el flujo sanguíneo. A más de 1 Sv, la radiación provoca náuseas, vómitos,
quemaduras, cáncer, etc., y en niveles superiores se muestran resultados
fatídicos. (UNSCEAR, 2011) Los efectos adversos de la radiación en el medio ambiente
incluyen el deterioro de la capa de ozono debido a los óxidos nitrosos,
pluviosidad ácida sobre extensas zonas y alteraciones en el clima.
En el panorama diplomático la Organización de Naciones
Unidas ha debatido sobre el uso indebido de las armas nucleares, llegando
a redactar documentos como el 1)Tratado
por el que se prohíben los ensayos con armas nucleares en la atmósfera, el
espacio ultraterrestre y debajo del agua (1963), 2)Tratado sobre la no
proliferación de las armas nucleares: TNP (1968). Las acciones emprendidas por
la Organización, la OIEA, y el UNSCEAR han mostrado dar frutos, al menos en lo
que a enfrentamientos bélicos y armas nucleares se refiere.
Sin embargo, es debido hablar sobre las bondades de la
radiación. A menudo, estamos en contacto con ella. Dentro del campo de la medicina
es de conocimiento universal que se utiliza en la toma de rayos X,
radioterapia, tomografía axial computarizada, etc. Mientras que en su forma
natural, se puede percibir en la energía irradiada por el sol, y en los
elementos radioactivos concentrados en el suelo y aire (tierras raras). Eso sí,
emitida en pocas cantidades.