Una cuestión ética y moral
En estos tiempos tan díficiles, en los que enfrentamos a la pandemia del COVID19, es necesario que nos replanteemos ciertos aspectos de nuestro comportamiento como entes sociales. Resulta increíble el pensar en que la humanidad en vez de colaborar para salir adelante en este proceso margine a otros que no tienen la culpa de estar en el lugar equivocado en el momento en que comenzó el brote. En el día de hoy estuve conversando acerca del caso del crucero MS Zaandam, que zarpó de Argentina el 08 de marzo para realizar un recorrido por las costas del Cono Sur en Sudamérica y luego atracar en Chile el 21 del mismo mes.
Llama bastante la atención que el crucero zarpara en esa fecha, ya con el brote iniciado, sin embargo aun no se había anunciado ninguna medida en el hemisferio occidental. Para el 8 de marzo la situación no era tan alarmante, y en cuestión de días nuestro panorama cambió y ese crucero que todavía se encontraba navegando ya sin rumbo en medio de todo lo que acontecía no pudo atracar. No pudo atracar en ningún lado porque ningún gobierno se dignó a recibirlo, lo cual es un acto totalmente inhumano. Inhumano por varias razones.
Para empezar, analicemos la gravedad del asunto. Estamos hablando de más de 1000 personas (alrededor de unas 1700) confinadas a un espacio reducido en el que ya se habían confirmado varios casos de personas infectadas con el coronavirus. Personas que tienen una familia, personas que aportan a la sociedad, personas de diferentes nacionalidades a las que nadie les ha extendido la mano a pesar de que el mundo se encuentra sumergido en una crisis de mayor gravedad de la que podría estar atravesando el barco o de la que sus tripulantes podrían ocasionar al atracar en un puerto determinado. Pero no, las medidas en todo momento se resumieron al bloqueo total de cada puerto en el que se ha tocado puerta y al día de hoy este cuadro no presenta mejoría.
Con cuatro (4) muertes, decenas de posibles infectados -quien sabe si incluso la tripulación completa- el crucero sigue hoy, 2 de abril, navegando a la deriva. Y allí es cuando vienen las interrogantes. Si es desde el punto moral y ético, es totalmente cuestionable. Si es desde el punto de vista de prevención, no tiene razón de ser. Simplemente se pudieron utilizar estrategias para aislar a esas personas y colocar en cuarentena al resto hasta que se comprobara su estado de salud, estuviesen infectados o no. Eso es precisamente lo que se ha hecho con muchas personas en los entornos urbanos, y 1700 personas en un espacio confinado han de ser mucho más fáciles de controlar que una ciudad completa.
¿Que mensaje le hemos querido llevar al mundo con estas acciones? ¿Qué mensaje están llevándole los políticos, los gobiernos, las autoridades portuarias, las organizaciones internacionales al mundo, en especial a las nuevas generaciones? Cuando por cuestiones, meramente, protocolares o relativas a la diplomacia internacional se buscan más excusas que soluciones a problemas como este. Es triste ver esto. Quizás ahora que el tema sigue en su apogeo y que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas lo ha agendado en su temario, las resoluciones que sean redactadas vayan en pro a garantizar o fomentar- mejor dicho- la solidaridad, la ética y también a crear planes de contingencia en escenarios parecidos a este y otros tantos que pudieran parecer improbables en este momento pero que aun así no dejan de ser posibles y no escapan de nuestra realidad.